Cuando vemos tantas estatuas e imágenes en el budismo podemos pensar —y ocurre mucho en Occidente— que es una religión politeísta o entender de alguna manera al Buddha como un dios, pero esto se debe a una sesgada cosmovisión de partida. El budismo no contempla a ningún dios creador —y regidor—, pero tampoco es ateo. Filosóficamente trasciende y va más allá de la dicotomía teísta/ateo y más allá de la dualidad existencialismo/nihilismo. Entonces, sí esencialmente la enseñanza budista defiende que la mente es la naturaleza de todas las cosas y que todo lo que debemos hacer es un trabajo interno para domesticar y conocer esa mente, hay muchas preguntas que debemos hacernos.
Contenidos
- ¿Por qué las imágenes y estatuas?
- ¿Qué representan?
- ¿Cómo nos relacionamos con ellas?
- ¿Qué beneficios tiene centrarse en la imagen del Buddha?
1. ¿Por qué las imágenes y estatuas?
Buddha no se proclamó divino ni profeta de dios… Fue un ser humano excepcional quien a través de su esfuerzo, estudio y convicción transformó y trascendió las limitaciones mundanas hasta despertar a la iluminación perfecta y completamente libre, logrando la perfección del ser y sus cualidades.
Después de la muerte del Buddha hubo un tiempo en el que su recuerdo y legado se simbolizaban en estupas, lotos, huella del pie… Varios siglos después y con las influencias filosóficas, culturales y artísticas propias de cada región, sus discípulos comenzaron a crear imágenes como recordatorios y símbolos de práctica de muy distinto nivel. Así surgieron representaciones diversas en Birmania, Tailandia, China, Japón, India, Tíbet…
En particular, el budismo tibetano es muy rico en simbología e imágenes que representan distintas cualidades del estado último del Buddha iluminado; cualidades y matices derivados de profundas interpretaciones filosóficas —sobre todo dentro del vajrayana— y adaptados a las tendencias y capacidades de los practicantes.
En cualquier caso, hoy hablaremos de la representación más conocida para nosotros del Buddha Shakyamuni, la forma en que el cuerpo del Buddha se presenta ante nuestra mente ordinaria.
Antes de entrar en materia, reflexionemos juntos en que casi todo en la vida cotidiana son ‘formas’ y rituales sociales. ¿Cómo no materializar aquello que valoramos en estatuas, canciones, pintura, tecnología, ciencia, libros, filtros culturales, modos de relación…? ¿De qué otra manera podemos mostrarnos o interactuar?
Damos ‘forma externa’ y material a las creencias, sentimientos o cualidades que queremos cultivar, a lo que queremos poseer… y casi todo lo social-cultural es una forma-ritual. Por ejemplo, las personas recuerdan, conservan y cuidan imágenes —o formas— de otras personas, animales o cosas que aman o admiran por sus cualidades en deporte, belleza, música, ciencia, amor, espiritualidad… y de alguna manera valoran, imitan, estiman o ‘veneran’ esas cualidades a través de cosas y objetos.
También en la vida ‘real’ las personas damos forma a lo que nos importa: regalamos flores, nos saludamos de un modo u otro, compramos tal o cual cosa, nos relacionamos en grupos sociales con rituales propios, hacemos gestos para mostrar respeto o nos comportamos en función de cada contexto social: bodas, desfiles militares, actos administrativos o legales… También hay rituales personales para dormir, vestirse, para un partido de fútbol, un concierto o para hacer el amor…
Esos patrones y formas externas están tan arraigados y desapercibidos que los asumimos como ‘naturales’ o modos del carácter, pero son formas y rituales para mostrar, cuidar o cultivar lo que tiene valor para cada estado de conciencia o cada sociedad.
Podemos entender que toda forma o ritual es contextual. Lo más importante no son tanto los símbolos o signos externos, sino nuestra comprensión y relación con ellos. Lo esencial, detrás de la forma externa, es la energía y contenido mental que lo rebosa. Por ejemplo, el gesto externo de besar no siempre implica cariño, o regalar algo no siempre implica generosidad.
2. ¿Qué representan?
En nuestro nivel de principiantes, en las estatuas e imágenes estamos inspirándonos y recordando el estado iluminado y sus virtudes espirituales, al Buddha, sus cualidades y sus enseñanzas. Son un testimonio de lo que es valioso para nosotros, la liberación de las aflicciones y el sufrimiento, y la superación de todos los velos cognitivos y conceptuales.
Representan no solo afinidad o interés, sino reconocimiento y confianza en el maestro y guía que ha alcanzado la renuncia y realización completa de la verdad del yo y los fenómenos. También nos recuerdan la presencia de la perfección de virtudes: generosidad, conducta ética, paciencia, entusiasmo, meditación y sabiduría.
A un nivel más concreto y simbólico, algunos detalles del Buddha pueden ayudarnos a rememorar determinadas cualidades:
▪ aureola – signo de suprema bondad y sabiduría
▪ protuberancia en la coronilla – signo del logro meditativo y vida espiritual desarrollada
▪ ojos – concentración, atención y ‘visión’ perfectamente pura
▪ compasiva sonrisa serena – equilibrio interior libre de apegos
▪ lóbulos de las orejas – capacidad de escucha perfecta, nobleza y sabiduría…
Estas interpretaciones pueden variar sensiblemente porque, como sabemos, símbolo y significado no nacen juntos, sino que evolucionan en el tiempo y se comprenden a distintos niveles según el estado de conciencia.
Con las estatuas e imágenes invocamos también la presencia de un espacio saturado de un ser iluminado, y naturalmente, si sentimos inspiración, queremos acercarnos a las virtudes de ese estado. Vistas así, son un reflejo de nuestro potencial para cultivar, habituar, familiarizar la mente hacia esos sentimientos y cualidades nobles. La mera visión de ellas puede ayudarnos a reflexionar y meditar en las causas y condiciones que llevan a esos estados —y sus opuestos—.
Desde este punto de vista, además de una inspiración, es un recordatorio de lo que significan, una llamada a la atención, a la introspección, a la recolección, a desarrollar nuestro potencial, al estudio-práctica y, además, abren un ‘espacio mental extraordinario’.
Entonces, no tenemos estatuas porque el Buddha demande o necesite nuestra alabanza, de igual manera que cuando hacemos una ofrenda de agua no asumimos que existe sed externa, sino que lo importante ocurre dentro: con la ofrenda externa estamos, de modo extraordinario, purificando velos internos.
3. ¿Cómo nos relacionamos con ellas?
La actitud interna es más importante que la ‘acción’ en sí.
Sin el voto de la intención implicada, no crecerá la aspiración perfecta.
— Atisha, Una luz en el camino. p. 147
Las estatuas y las imágenes —y a mayor nivel los rituales— son también un medio hábil para reorientar la atención, para producir una experiencia de la verdad —o acercarnos a ella— y una manera de cultivar la relación con aquello que valoramos y queremos tener cerca —en mente—.
Pero —como hemos dicho— lo más importante no está fuera, sino dentro. Lo transformador es mental: depende de la motivación, comprensión, visualización, energía y cualidad que le agreguemos a la práctica.
Lo externo, la forma y la acción es el recipiente, pero la intención, la atención y la sabiduría es el contenido, el néctar que transforma quiénes somos. Así, el objeto de la práctica no es un objeto ordinario si la motivación altruista —y la visión-filosofía— es correcta.
Y realmente esto es difícil para nosotros al principio. Por ejemplo, unir las manos y postrarme eran cosas que me costaron muchísimo y a las que no veía sentido. Mi ego era llamado a la batalla total. ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Me recuerda a otros rituales vacíos en los que he participado. Yo quiero razones intelectuales, etc. ¿Te pasa algo similar?
Por eso los maestros nos dicen que es importante analizar y meditar en el significado de lo que hacemos y practicamos. El ‘gesto’ tiene un valor dependiendo del contenido mental. Comparto un ejemplo o consejo de Khenpo Pema Wangdak en un retiro de Soyong. Al juntar las manos o postrarnos ante una imagen podemos pensar que no solo estamos reconociendo al Buddha externo, la perfección de sus logros, virtudes y sus enseñanzas, sino rindiéndonos con cuerpo, palabra y mente a atender esas cualidades y desarrollarlas, estudiando y practicando. Y esto, por sí mismo, nos ayuda a soltar egocentrismo, autoaferramiento, visiones erróneas…
Intentamos participar fortaleciendo el hábito de unir cuerpo, palabra y mente —lo cual requiere atención y vigilancia— porque habitualmente estos tres no van muy alineados, ya que casi nunca están presentes sincrónicamente por estar llenos de apegos, distracciones, hábitos y patrones que llevan con nosotros muchas vidas y que hay que desmontar. De hecho, los rituales y manifestaciones de la práctica externa están llenos de “alertas psicológicas” para redirigir la recolección, atención vigilante y soltar estos patrones nocivos, egocentrismo, orgullo, apegos, identificaciones, visiones parciales…
Es, por tanto, fundamental agregar entusiasmo y compromiso al proceso —como en una relación de amor o para cultivar un bello jardín—. Y esto supone esfuerzo interno, no es algo que viene de fuera. Implica ir, hacer, dar un paso… más que recibir, esperar o pedir.
Para ayudarnos en este empeño es bueno entender la premisa que subyace a casi toda la práctica majayana: todos compartimos la naturaleza búdica que es igual en el Buddha, en ti y en todos los seres. Ahí basamos nuestro potencial y nos ayuda a desarrollar una autoestima sana en el camino. No solo el Buddha lo ha hecho, otros lo han hecho también.
Para acabar, es destacable un modo de relación específico y beneficioso a muchos niveles. La propia imagen del Buddha es recomendada por distintas tradiciones como objeto puro y estable para enfocarnos en la práctica de shamatha (ver Khenpo Jamyang Tenzin. 2018. El nido del meditador (vol. 2), Pedreguer: Grupo de Traducción Paramita).
Concentrarnos en la imagen con sus características auspiciosas e inconmensurables y tener presente las enseñanzas y cualidades del Buddha también protege la mente de aflicciones, egocentrismo, autoaferramiento, pensamiento discursivo y patrones habituales. Además de visualizar o imaginar, los maestros insisten en sentir —experienciar— la presencia. El gran maestro Asanga lo resume como que el logro surgirá en la conciencia mental y no en ninguna conciencia sensorial.
Su geometría sagrada junto a otros rituales y símbolos ocultos que operan en su ‘construcción plástica y artística’ se dirigen directamente a arquetipos inconscientes, a un nivel alegórico y simbólico más allá del discurso —dual— y armonizan ciertas energías que pueden facilitar estados de conciencia más sutiles.
Centrarse y meditar en la imagen del Buddha mejora y fortalece la relación kármica con el objeto de refugio. Además, entrenamos la atención, acumulamos mérito, abrimos paso a una transformación significativa hacia estados excelentes y virtuosos, y con el estudio progresivo de la interdependencia y la práctica libre de engaños podremos acceder a estados de paz, gozo, dicha y, eventualmente, al buddha interno y secreto.
Lo visualizado del modo correcto es una realidad alternativa que refleja con más precisión la naturaleza esencial de la mente
— Lama Rinchen Gyaltsen
4. ¿Qué beneficios tiene centrarse en la imagen del Buddha?
▪ Inspiración. Afinidad por sentimientos y cualidades nobles, autosuperación, vitalidad, serenidad, paz.
▪ Protege y neutraliza egocentrismo y oscurecimientos. Elimina filtros habituales. Nos enfoca en las enseñanzas y en desarrollar nuestro potencial.
▪ Recordatorio. Mindfulness, recolección. Cultivar, entrenar, familiarizar, habituar la mente.
▪ Objeto de shamatha. Geometría sagrada. Permanecemos conscientes de las cualidades del Buddha. Concentración. Estabilidad atencional. Calma y lucidez. Entrenamiento hacia dhyana.
▪ Acumulación de mérito. Reforzamos la relación kármica con el objeto de refugio.
▪ Transformación significativa a cualidades excelentes y estados virtuosos.
▪ Interdependencia. La práctica libre de las tres esferas nos aproxima al buddha interno y secreto. La última meta de la relación será la no-dualidad.
¿Cuál es tu relación con las imágenes y estatuas del Buddha? ¿Has meditado en la imagen del Buddha? ¿Has notado alguno de sus beneficios? ¿Qué sientes cuando te paras frente a la estatua del Buddha?
¡Relata tu experiencia en los comentarios!
8 comentarios
❤️
Excelente artículo, gracias por esta información 🙏❤️
Discrepo con un par de puntos del articulo.
1)Yo me considero budista ateo, y al Budismo como ateo. Si no me equivoco «no – teismo» es un termino inovado en el siglo 20 para evitar resquemores con las religiones historicas de occidente. Es un termino para la corrección politica
Debido a que la Originación Dependiente es el Dharma, y el Dharma refuta el teismo (dios creador y eterno) como explicación valida del funcionamiento del universo y de todos los seres que lo habitan, el Dharma es netamente ateo. Y por eso vamos por Refugio en las Tres Joyas.
El Camino del Medio trasciende los extremos de eternalismo/ aniquilacionismo; no existencialismo/ nihilismo, o teismo/ateismo.
2) Si el Budismo defiende que la naturaleza de todas las cosas es la mente, tocar cualquier cosa equivale a tocar la mente? Si todas las cosas fueran de la misma naturaleza que mi mente entonces podría cambiarlas a voluntad y además seria equivalente a tocar la mente de todos los seres. Y es obvio que esto no es asi. Por algo es que se considera a Chittamatra una postura deficiente…
3) Aclaremos que Siddharta previo a su Despertar no era «ser humano extraordinario», como Pele, Miguel Angel o Einstei. Era un Nirmanakaya que practico el camino del Bodhisattva durante tres eones de timpo se dice.
Solo puedo expresar mi gratitud.
Hola, gracias a todos por los comentarios.
@Paul Doe, muchas gracias por tus aportaciones.
Me alegra saber que hay personas de distintas perspectivas y creencias que estén leyendo este artículo y el Blog Paramita en general.
“El Budismo no cree en un dios creador del mundo, y en ese sentido puedes decir que es ateo. Sin embargo, si dios es algo más, divina compasión o sabiduría, manifestada en la forma de una deidad, entonces puedes decir que es politeísta.”
— S. S. Gongma Trichen (El 41º Sakya Trizin). (Tsetsen, Mingmar. 2009. Treasures from the Sakya Lineage: Teachings from the Masters, Boston: Shambhala. p. 54.)
Hay muchos niveles de interpretación en estos temas, según la tradición precisa, ya que no admiten totalmente el mismo ‘corpus filosófico’ las doctrinas Theravada, Mahayana o Vajrayana, y aún hay sutiles diferencias dentro de ellas.
De la misma manera unos admiten dos cuerpos del Buddha y otros tres, unos más conciencias que otros o distintos grados de “bhumis” en la realización última. Lo cual no quiere decir que alguno de ellos se equivoca, sino que existen distintos niveles de conciencia y tradiciones filosóficas.
La postura filosófica de Nagaryuna —Madhyamaka o el Camino del Medio— que incluye algunos temas como la originación dependiente de todo fenómeno (dharmas), la trascendencia de todas las etiquetas con que nos identificamos (como ateo o budista, por ejemplo) y los posturas extremas (los “ismos”) a las que tendemos, además de la naturaleza de la mente—, no es nada fácil de comprender.
También tengo mis dudas, pero me tranquiliza mucho saber que realmente apreciar esa filosofía requiere años de estudio, reflexión y práctica meditativa. Sólo los Buddhas tienen todas las respuestas.
Mientras tanto, me refugio en la Triple Joya, e intento tomar toda oportunidad de superar las limitaciones de mis propios dogmas e ignorancia, tomando como ejemplo a mis maestros del budismo tibetano y las enseñanzas y práctica que recibo de ellos. Si me permites, comparto La «Sabiduría más profunda», ( https://www.youtube.com/watch?v=HRUQ4EatR_U ) la última sesión del curso Camino de las Paramitas ( https://www.paramita.org/camino-paramitas/ ). Allí Lama Rinchen Gyaltsen habla de Madhyamaka y hace mención de la posibilidad de profundizar en estas enseñanzas en el futuro.)
Agradezco de nuevo tu tiempo leyendo el artículo y planteando tu visión al respecto. Creo que todos salimos enriquecidos cuando se comparten diferentes puntos de vista en un marco de respeto.
¡Saludos y mis mejores deseos!
Con respecto a lo comentado por Su Santidad, «Sin embargo, si dios es algo más, divina compasión o sabiduría, manifestada en la forma de una deidad, entonces puedes decir que es politeísta» – esas «deidades» no son entidades creadoras ni eternas. No estamos hablando del mismo teísmo.
Saludos.
Hace unos días leí un librito sobre el bardo, de Thrangu Rinpoché, que rompió un poquito más con parte de mi sentido común de la simbología. Mencionaba que las deidades coléricas y pacíficas que aparecían en una de las etapas del bardo de la muerte eran tal cual se las representa. Explicaba que eran deidades internas, por eso se nos aparecen en la misma forma a todxs. Que eso lo pueden constatar los practicantes de thögal, o algo por el estilo, una meditación peligrosa y muy avanzada que se lleva a cabo en retiro de meses, en total oscuridad según entendí. Si bien la manera de captar la «esencia» de estas deidades dependería del nivel de conciencia del practicante, sus apariencias no dependerían de ningún contexto sociocultural ni del tiempo. Da lo mismo si sos ateo, cristiano o musulmán, ya que no se visualizan sino que se manifiestan tal cual las vemos en las ilustraciones budistas. Nada, me pareció un corrimiento del símbolo (no sé que es un símbolo en realidad 😂) y una vuelta a la literalidad que no deja de tener su encanto. Aunque da un poco de miedo también 😱 😊
GRACIAS