Aprender una nueva habilidad suele ser un desafío por diversas razones. Se necesita:
▪ mucho esfuerzo
▪ mucha perseverancia
▪ mucha apertura a nuevas ideas
y, sobre todo,
▪ una generosa dosis de paciencia hacia la sensación casi omnipresente de ser un ignorante.
A menudo olvidamos que aprender es, al nivel más básico, un proceso que nos lleva de “no saber nada en absoluto” a “tener una especie de noción” sobre algo.
El problema es que ninguno de nosotros quiere reconocer que ignoramos la mayoría de las cosas que suceden en nuestras vidas, independientemente de si suceden “afuera”, en el mundo o “adentro”, en nuestra mente.
Como cualquier otra persona, siempre tuve miedo de sentirme como un ignorante, pero de alguna manera había logrado evitarlo la mayor parte de mi vida. Sin embargo, una vez que comencé a aprender el idioma tibetano (especialmente en su aspecto hablado), sentirme tonto se volvió cada vez más frecuente y, finalmente, llegó un día en que ya no era posible escapar de ello.
Contenidos
1. Del laboratorio a la jungla
Una vez que la pandemia terminó oficialmente (más o menos) a mediados de 2022, me mudé a Katmandú para continuar mis estudios del idioma tibetano en Rangjung Yeshe Institute (RYI). Durante los primeros meses viví con una encantadora pareja de ancianos tibetanos. La convivencia con ellos me fue de gran ayuda para empezar a poner en práctica en situaciones reales lo que hasta entonces solo habían sido conversaciones artificiales en las clases en línea.
Aquella estancia con el matrimonio aún no supuso una amenaza significativa para mi autoestima.
La situación cambió a principios de 2023, cuando me mudé a la International Buddhist Academy (IBA) y me zambullí en mi primera inmersión en el idioma tibetano. Esto fue posible gracias a la amabilidad y generosidad de sus dos abades, el Dr. Khenpo Ngawang Jorden y Lama Jhampa Losel. Los dos me brindaron una cálida bienvenida, una habitación individual, limpia y luminosa, y su deseo expreso de apoyarme en mis estudios.
Recién aterrizado en la IBA y con la maleta deshecha, sentí que estaba listo para, finalmente, ponerme manos a la obra con el aprendizaje. Por aquel entonces me sentía bastante orgulloso de mi nivel de tibetano coloquial. Al fin y al cabo, el año anterior había completado un curso de formación intensiva de traductores orales y venía de convivir varios meses con un matrimonio tibetano. Vivir en un monasterio con otros monjes solo sería el empujón final que necesitaba para dominar el idioma. O al menos eso es lo que yo creía.
Por supuesto, lo que me esperaba era muy diferente.
¿Te imaginas por qué?
Resulta que la mayoría de los monjes de la IBA hablaban tibetano con acento khampa.
Para entender eso hace falta una nota aclaratoria: el dialecto de tibetano que yo había aprendido hasta ese momento, correspondiente con el del centro del Tíbet, es el que se consideraba como el estándar en la diáspora. Sin embargo, los dialectos y acentos de las dos provincias tibetanas orientales, Kham y Amdo, son casi incomprensibles para el oído no entrenado (e incluso para los propios nativos) debido a las diferencias significativas en pronunciación y vocabulario.
Para que te hagas una idea: imagínate que eres asiático, has aprendido algo de castellano con profesores madrileños y, de repente, ingresas en un convento lleno de monjes de Santiago de Chile.
Así que allí estaba yo, afrontando desayunos, almuerzos, cenas y tés a media tarde sin tener ni la más remota idea de lo que se estaba hablando. Nada. Ni siquiera la idea general.
En el mejor de los casos, a veces lograba distinguir alguna palabra al final de ciertas frases, pero eso era todo. Lo peor, no obstante, fue cuando mis nuevos compañeros, deseosos de saber más sobre el nuevo y confundido miembro de la comunidad, me empezaron a hacer preguntas… que solo supe que eran preguntas por sus miradas fijas en mí y el incómodo silencio que se generaba cuando yo seguía asintiendo sin saber qué estaba pasando.
2. Será mejor que cambie algo dentro de mí, y pronto
Este patrón de interacciones continuó ocurriendo durante los siguientes tres o cuatro meses. Durante ese tiempo me comprometí (es decir, me obligué) a seguir trabajando para aprender el idioma a pesar (o con el añadido) del acento khampa. Participé en tantas conversaciones grupales como pude e incluso empecé a sacar temas de conversación aleatorios durante las comidas para fomentar el intercambio. Y, sobre todo, traté de no desanimarme por la película extranjera sin subtítulos que era mi nuevo hogar.
Este último punto, mantener la motivación, fue lo más difícil. De hecho, llegó un momento en el que me di cuenta de que sentirme alicaído era la norma más que la excepción. Fue entonces cuando comprendí que era hora de preguntarme por qué estaba sucediendo eso y cómo podría solucionarlo.
Tras reflexionarlo durante un tiempo llegué a la conclusión de que el factor principal —si no el único— que me hacía sentir miserable era mi arrogancia. Eso, y las expectativas exageradas que tenía sobre mí mismo (que, cómo no, van de la mano del orgullo).
De alguna manera, y sin darme cuenta, había permitido que mi monólogo interno sonara a: “¡En España yo era un joven exitoso! ¡Tenía tal y cual título universitario, me respetaban y era una persona interesante con la que hablar sobre una variedad de temas!”.
(¿Notas el denominador común de “yo”, “mi”, “a mí” en todas esas frases?).
Ese tipo de pensamientos no hacía más que hacerme sentir como la persona más tonta de la habitación. Y ¿por qué? Porque ahora estaba en un contexto donde ni siquiera podía responder a preguntas básicas y, aún menos, entender los chistes más simples.
Este patrón de rumiación tóxica y su arrogancia subyacente se habían convertido en el obstáculo más importante para mi proceso de aprendizaje y, en general, para mi calidad de vida. Por eso concluí que era hora de hacer algo al respecto (o, si no, tendría que mudarme a una cueva y deleitarme con las virtudes del aislamiento).
3. El Dharma, como siempre, al rescate
En ese momento recordé este aforismo del Entrenamiento Mental Integral:
Transforma la adversidad en el camino a la iluminación
La adversidad, para mí, no era estar rodeado de personas que hablaran de una manera que yo no entendía. Más bien, era la arrogancia limitante que trataba de hacerme ignorar la realidad más obvia: que no entendía tan bien como creía el tibetano y que, sí, cuando lo hablaba, sonaba como un niño de 6 años. En otras palabras, estaba tratando desesperadamente de proteger la visión idealizada de mí mismo como alguien que, en última instancia, era exitoso, capaz y competente.
Entonces, ¿cómo iba a superar esa visión tan distorsionada? En mi mente surgieron dos instrucciones que había recibido en el pasado, tan poderosas como concisas. La primera fue un poderoso aforismo que había leído en mis días seculares de meditación sobre la atención plena:
4. Mente zen, mente principiante
He ahí cuatro palabras que contienen más profundidad de la que actualmente puedo atreverme a entender. Pero, a la hora de afrontar mi situación, me hicieron darme cuenta de que una mente que presta atención a lo que desconoce, en vez de a lo que conoce, es mucho más espaciosa, flexible y dispuesta a mejorar.
La otra instrucción que me vino a la mente fue la segunda estrofa de Las Ocho Estrofas del Entrenamiento Mental, una instrucción que había recibido del ven. Lama Rinchen Gyaltsen hacía solo un año:
Cuando esté en compañía de otros, pueda considerarme inferior a todos, y atesorarlos en mi corazón como supremos
Bien, de base eso es algo que debería aplicar todo el tiempo. En este contexto en particular, esas líneas me ayudaron a darme cuenta de que sentirme (y de hecho considerarme como) el más inferior de todos era, en realidad, lo más sensato que podía hacer. Después de todo, yo era el más inferior entre todos los presentes no solo en términos de idioma, sino también de edad, estudios de Dharma y jerarquía monástica.
Además, valorar a los demás —mis compañeros khampas— como supremos también era la mejor manera de ver la situación, ya que a diario me estaban brindando la oportunidad de familiarizarme con el vocabulario, las expresiones, la pronunciación y todo un mundo de cultura tibetana que no se podía encontrar en ningún libro.
De este modo, empecé a mantener en mente estos puntos, especialmente cuando notaba que me sentía desmotivado, deteniéndome de vez en cuando para apreciar la maravillosa situación que estaba viviendo.
¡Qué experiencia tan interesante era sentarme en medio de una animada conversación en la que solo podía entender dos o tres palabras y, aun así, poder apreciar el inmenso valor de la comunicación no verbal!
¡Qué extraordinario era ver que, incluso sin hacer nada especial, estaba aprendiendo algo nuevo cada día, demostrando que mi cerebro trabajaba incansablemente descubriendo la manera de poner en orden todas esas cadenas inconexas de sonidos a mi alrededor!
¡Qué amables eran mis nuevos amigos al repetirme la misma palabra u oración dos, tres y hasta cuatro veces, y seguir interesándose por mí, día tras día, mes tras mes!
¡Qué extraordinario momento cuando por fin entendí un chiste, a pesar de que antes me lo tuvieron que explicar tres veces!
¡Y qué maravilloso ver que, después de nueve meses de que sucedieran este tipo de cosas a diario, empecé a tener conversaciones de verdad con mis amigos khampas, y también podía comunicarme con otros tibetanos con cierta tranquilidad e incluso disfrute!
5. Mirando hacia el futuro
Soy plenamente consciente de que el camino hacia la fluidez es aún largo y sinuoso. Sin embargo, en la etapa en la que me encuentro, me siento agradecido por haber tenido la oportunidad de aprender algunos de los beneficios de sentirse cómodo en el no-saber. Estoy seguro de que esta lección tendrá muchísimas aplicaciones en mi vida cotidiana y en mi práctica del Dharma. Y espero que la próxima vez que tú, querido lector, te sientas la persona más tonta de la sala, también recuerdes que es totalmente legítimo sentirte bien al respecto.
Si quieres leer más sobre la humildad, el idioma tibetano y tratar de convertirse en una mejor persona, te sugiero que leas este otro artículo que escribí hace un tiempo:
Algo supuestamente incómodo que aprendí a amar (gracias a mi entrenamiento en el idioma tibetano)
¿Has tenido alguna experiencia similar a la que he descrito en este artículo?
¡Comparte tu experiencia en los comentarios a continuación!
48 comentarios
Muchísimas gracias Ve. Gyaltsen🙏🪷siempre💜
Muchas gracias Venerable Gyalsen 🙏🏿🙇🏿♂️🙏🏿
Mucho ánimo Venerable Gyalsen, gran mérito tiene su labor, yo siempre soy el más tonto de la sala, esperamos verle pronto por España y nos enseñe algo de esta gran sabiduría tan difícil de aprender 🙏🏿
Muchas gracias Venerable Gyalsen.
Poder darle otro enfoque a nuestras situaciones y sacarle provecho para nuestro desarrollo!!!
A veces lo bueno no es tan beneficioso y lo que parece malo puede ser aún mejor.
Gracias!!! Simplemente un tesoro para tener presente en todo momento
Mil gracias Ven. Gyaltsen por compartir tanto. Muy instructivo, sincero y práctico. Lo guardo en mi mochila para sacar en cualquier momento:) 🙏🙏🙏
Muchas gracias por compartir esta experiencia Gyaltsen La y recordarnos lo afortunados que somos al poder disponer de los recursos que nos brinda el Dharma. 🙏🪷
Muchas gracias Ven Gyaltsen. Su reflexión me ayuda mucho
Una estupenda experiencia y una magnífica lección que me llega en un momento muy oportuno. Muchas gracias ✨
Muchas gracias Venerable Gyaltsen🙏
Me solia pasar cuando me reunía en los cursos con mis compañeros de estudio💎, pero lo cambio por gratitud y buen karma poder contar con amigos espirituales tan avanzados y que me aportan tanto .
Mucho ánimo!!
🧡tu dedicación será de beneficio para todos, gran merito. Abrazo en el Dharma🌀✨
Muchas gracias Venerable Gyaltsen. Qué oportuno haber escuchado hoy tus palabras!
Mil gracias, una lección muy valiosa, que empezaré a aplicar en mi vida. Un saludo
Ven Gyalsen, gracias por poner en palabras, tantos años de sufrimiento por el orgullo y la ignorancia que he tenido y tengo casi todos los días de mi vida, tanta es la presión de la arrogancia que muchas veces no solo me perturba, sino que no me deja aprender, ni ver, ni apreciar. Porque hace tiempo que se de su contrapartida que es la exigencia y persecución constante para demostrarme mi valor. El miedo a fallar y a no se «exitosa». El Dharma, me ayuda cada día a ver y entender que es ser verdaderamente exitosa y cual es mi potencial. Gracias por tu honestidad y cercanía. es un placer leerte.
Muchas gracias por este artículo. Imagino que casi todos nos habremos sentido así en algún momento de la vida. Y comparto la idea de afrontar los problemas, intentar mejorar, poner todo el esfuerzo posible y nunca quedarse en la zona de confort. En esa zona de confort nunca habrá aprendizaje, ni mejora, sólo estancamiento. Muchos ánimos ven. Gyaltsen. Esperamos su regreso con alegría.
Gracias Ven Gyaltsen por compartir tu experiencia y aprendizaje .Gracias también por haberte sentido el más «tonto» y de esa adversidad todos aprendemos
Ven Gyaksen, no sé cuánto tibetano y derivados está aprendiendo pero en castellano es una maravilla
Saludos desde Segovia
Muchas gracias Ven Gyalsen, por compartir la experiencia, creo que ha todos nos va a servir de lección. A mí desde luego me ha servido mucho, a ver si logro ponerla en práctica! 🙂
Ven Gyaltsen*
Gracias por compartir su sabiduría.
Cuando vuelve y dirige alguna de las meditaciones que solía compartir?
Segovia también le echa de menos
Seguro
Dharma abrazo Gemma Monjas
Muchísimas gracias V. Gyaltsen por explicar tan claro lo que no he querido escuchar en mi. Gracias por ponerle título “sentirse el más tonto de la sala y aceptar que está bien”. A partir de ahí poder construir un edificio de humildad y honestidad con la mente de principiante.
Gracias por enseñármelo.
Querido compañero monjil, mil millones de eones de gracias por tu maravilloso articulo. Descubrir nuestras limitantes aflicciones, aceptarlas y transformarlas es sin duda un gran paso hacia el despertar. Un súper mega Dharma- abrazo
Muchas gracias por compartir su increíble experiencia. La tendré presente !! Cuánta razón. Saludos
Poca cosa… Solo se le inflo una burbuja interna sin que se diera cuenta. Después que acepto su situación, todo se le descomprimió y volvió a ser funcional.
Hay gente de mas de 40 que en su laburo es tratada como un monigote de 19 años, pagandoles centavos, y son practicantes devotos y estudiosos igual que èl.
Que no se le olvide que es un europeo privilegiado.
Encuentro muy cringe que alguien escriba un articulo entero sobre algo tan pequeño y personal.. Es la generación cristal realmente.
Gracias por ser siempre una fuente de inspiración Ven Gyaltsen 🙏✨
Muchísimas gracias, un artículo tan práctico de las enseñanzas DEL Dharma.
Muchas Gracias Ven. Gyaltsen. Me inspira y
Muchas gracias Venerable Gyaltsen, leerte me ha reconfortado. Justo en estos días contemplando las enseñanzas sobre la arrogancia, me preguntaba si lo que a priori había valorado como algo que no iba conmigo era precisamente lo que más tenía que revisar. El Venerable Lama Rinchen en sus enseñanzas hace referencia a que la arrogancia suele ir de la mano de la baja autoestima y aunque esto me lo ponía fácil durante bastante tiempo ha habido algo en mi que se ha negaba a aceptarlo, quizás porque sinceramente, resulta bastante doloroso empezar a entender la relación. Me parece muy entrañable tu manera de explicarnos tu experiencia con el aprendizaje del Tibetano, sobre todo porque al igual que con otros artículos del Blog, al leerte nos transmites tus ganas de ayudar y aportar luz a quien pueda necesitarla. Gracias por inspirarnos a seguir sintiendo nos tontos sin vergüenza.
Ven. Gyaltsen su relato me recordó mi experiencia de cuando emigre. Por muchos años me sentí la más tonta solo por no entender el idioma. Aunque era feliz, estaba triste por que tenia trabajos “bajo mi estatus”.Que arrogancia! Ahora agradezco haber tenido esas experiencias, lastima que en su momento no lo vi así.Lo hubiera disfrutado un montón!! Gracias por sus reflexiones y por compartir su historia. Un saludo cariñoso.
Siempre una delicia leerte y disfrutar de tu sabiduría y buen humor. Me quedo con esto, a ver si se tatúa en mi continuo mental 😉: «…una mente que presta atención a lo que desconoce, en vez de a lo que conoce, es mucho más espaciosa, flexible y dispuesta a mejorar». Gracias, querido Gyaltsen, por tu valentía, perseverancia y gran inspiración. 🙏
!Qué inspirador y cuanto me ayuda en estos momentos!. Muchas gracias por compartir, por tu honestidad y generosidad. Estoy segura de que es de utilidad para muchos seres. 🙏
Qué manera más bonita de andar y relatar el camino venerable Gyaltsen. Eres un ejemplo claro para todos de perseverancia y paciencia.
Muy agradecida
Muchisimas gracias Venerable Damcho Gyaltsen, por compartir tú experiencia me ha inspirado mucho, y lo más importante acordarse de lo que aprendemos en las enseñanzas del Dharma, para así ponerlas en práctica, como el aforismo del Entrenamiento Mental Integral: Transformar la adversidad en el camino a la iluminación. Mil eones de Gracias, querido Gyaltsen, por tu valentía, perseverancia y gran inspiración. Un saludo de todo corazón.
Muchas gracias Ven. Gyaltsen por este artículo que nos invita a todos a reflexionar sobre el orgullo y la humildad y ser un ejemplo de entrega, dedicación y entusiasmo para todos nosotros. Un afectuoso abrazo.
Gracias Venerable por compartirlo con nosotros y recordarnos las cosas que nos sobran y nos faltan muchas veces. Gracias 🙂
Gracias! Gracias! Que lindo!
Venerable Gyaltsen: Gracias por compartir su experiencia, pues estoy pasando por algo similar, con el aprendizaje de Tara Blanca. Ahora entiendo lo que me está pasando! Muchas gracias! Le deseo larga vida con buena salud, para seguir disfrutando de sus enseñanzas! Un saludo desde Colombia! ❤️
Disfruté mucho leyendo tu artículo, funcionó como un test, porque me permitió hacer una revisión de los modos propios (con clara tendencia a «una elefanta en un bazar») y los impactos esperables en las interacciones.
Me gustaría saber más sobre esto que dices: «… y, aún así, poder apreciar el inmenso valor de la comunicación no verbal!» (Punto4, Párrafo 6to.)
¿Podrías ampliar ese punto? ¿Qué diferencias y coincidencias encuentras? ¿Cómo aprovechas mejor la comunicación no verbal tibetana?
Gracias por compartir tu experiencia en una forma tan transparente, accesible e inspiradora. Alto engagement!
muchas graciables una buena lección de humildad,y de como tratamos nuestra ignorancia
gracias Venerable Gyaltsen
Muchas gracias a todos y todas por leer el artículo y escribir un comentario 🙂
En cuanto a la pregunta de @Maria Raquel sobre la comunicación no verbal, encuentro que, salvo algunos gestos de las manos que son puramente tibetanos, el resto son expresiones y movimientos universales en cualquier conversación. Por eso me parece tan inspirador el hecho de que, aunque esté relacionándome con personas con un trasfondo cultural, crianza e idioma completamente diferentes a los míos, aún así hay ciertos elementos básicos que son compartidos y permiten que haya comunicación.
Un saludo afectuoso para todas y todos.
Gracias.
Infinitas gracias venerable Gyaltsen por compartirnos tu experiencia, tu reflexión genuina. 🙂
Muchas gracias por tu respuesta acerca de la «comunicación no verbal». Ven. Gyaltsen leerte es un regocijo 🙏
Muchas gracias por compartir esa valiosa experiencia. La verdad es que estoy en una situación parecida y creo que es una lección para mi orgullo. Gracias por ese enfoque, una valiosa lección que aprender. Gracias.
Extraordinaria exposición de tu sentir con la cual me identifiqué y me ha servido de mucho leerte. Mil gracias por compartir.
Ven. Gyaltsen, muchas gracias por compartir tu camino tan inspirador. Un abrazo muy fuerte en el Dharma! 🪷
El ser migrante en un Pais, con idioma diferente. Y con un entorno histórico y cultural distinto. Nos coloca en la situación qué usted comparte, muchas gracias por la reflexión.
Muchas gracias por compartir tu experiencia, es muy enriquecedora. Me encantó la reflexión de «una mente que presta atención a lo que desconoce, en vez de a lo que conoce, es mucho más espaciosa, flexible y dispuesta a mejorar.» Abrazo desde el corazón.
Venerable Glyatsrn. Sentirse cómodo en el no saber es algo que cuesta pero que bienestar me da saber que esa humildad para aceptarlo me hace sentir bien y tener la apertura para aprender mas poco a poco.