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Votos monásticos como peregrinaje

Silencio de radio… la indicación de mi maestro fue que no tenía que decir nada. Para evitar obstáculos era crucial que no difundiera la noticia de mi inminente ordenación. El plan era simple: hacer un peregrinaje por India y Nepal, y cuando el itinerario nos llevara a la ciudad de Bodhgaya, tomaría los votos monásticos. Es decir, viajaba de ida como laico, pero regresaba con la cabeza rapada y vistiendo los hábitos color granate. Por ese motivo, este acontecimiento fue una gran sorpresa y la gente no paraba de hacerme todo tipo de preguntas. 

En este artículo intento dar respuesta a todos esos temas desde la perspectiva de cómo fui viviendo cada una de las etapas que me llevaron a dar el paso más importante de mi vida. ¿Qué es lo que hace que una persona “normal”, a la que le va “bien” en la vida, tome semejante decisión de volverse monje y adoptar un código de conducta tan estricto? 
 

Contenidos

  1. La decisión de tomar los votos monásticos
  2. Dudas
  3. Preparación
  4. Miedos
  5. Laico comprometido vs. monje ordenado
  6. La sangha
  7. Peregrinaje

 

1. La decisión de tomar los votos monásticos

¿Cuánto tiempo estuviste reflexionando sobre ello?

La pregunta presupone que primero hubo un determinado período de contemplación que, al completarse, fue seguido por una toma de decisión. En mi caso no fue así. De hecho, me animaría a decir que no la tomé, sino que la decisión se tomó por sí sola. 

Me viene a la mente la imagen de una marea que, de forma silenciosa y continua, va socavando la ladera de una costa rocosa hasta que, en un momento determinado, se produce un derrumbe. A pesar de que se puede registrar una hora, día, mes y año específicos para ese evento, lo cierto es que empezó a gestarse mucho tiempo atrás.

Y, continuando con la analogía, nunca nadie puede decidir cuándo eso ocurre. Más allá de lo que cualquier persona pudiera pensar, el hundimiento solo sucede cuando la estructura rocosa ya no puede sostenerse por sí misma. Al igual que nadie puede decidir cuándo a uno le entra el sueño o tiene hambre, simplemente, en algún momento, tiene sueño o hambre. Es decir, para cuando uno se da cuenta, ya no hay decisión que tomar…

En realidad, fue un proceso gradual y dinámico… muy complejo y, a la vez, muy simple; muy difícil y, a la vez, muy fácil; y muy trabajoso y, a la vez, un mero dejarse llevar… 

Mirando atrás, ¿no había señales de esa inclinación monástica?

Si tuviera que establecer un inicio, diría que fue mientras estaba en Japón, hace ya más de quince años. Estaba viviendo una época que muchos describirían como de “gran éxito”. Sin embargo, sentía que algo no estaba bien, sentía que lo que me habían enseñado que era el “éxito”, en realidad, muchas veces tenía un sabor amargo…

Así que un día me acerqué a un monasterio budista Zen de la escuela Rinzai. En ese momento no lo sabía, pero estaba buscando asilo… buscando refugio de esa vida de “éxito” que cada vez era menos satisfactoria, y sabía más y más a sufrimiento. Empecé a aprender a meditar, hice retiros, hice mis primeros amigos espirituales. También visité diferentes monasterios, tuve entrevistas con monjes y un abad, y hasta estuve contemplando la posibilidad de ingresar en una universidad monástica en Kyoto. Pero, en ese momento “samsara todavía era más ‘competitivo’ que el proyecto espiritual”, como suele decirnos nuestro querido maestro, el ven. Khenpo Rinchen Gyaltsen.

¿Qué papel jugó la fe?

La fe jugó un papel central. Fe de diferentes maneras:

•  Fe en que la felicidad genuina existe. Había algo en mí que no me dejaba conformarme. Me daba cuenta de que, por impactantes que fueran los logros duramente ganados a lo largo de mi vida, no los sentía como auténtica felicidad. Sabía que tenía que seguir buscando.

•  Fe en el Dharma. Mi formación científica me ayudó mucho a estudiar, analizar, investigar y poner todo a prueba. Esa habilidad fortaleció mi confianza dado que iba confirmando la veracidad de todo lo que estaba aprendiendo. Poco a poco, iba ganando cada vez más seguridad en este camino porque me daba cuenta de que efectivamente estaba mejorando en todos los niveles de mi vida.

•  Fe en el maestro. Gradualmente, fui expandiendo el proceso de investigación hasta incluir al ven. Khenpo Rinchen Gyaltsen. Inicié un análisis sistemático de la coherencia interna de las enseñanzas ofrecidas en los diferentes cursos de Paramita online, verificando la consistencia para asegurar que la estructura del conocimiento impartido fuera sólida y libre de debilidades o incongruencias. 

Algún tiempo después visité el Centro Budista Sakya con el objetivo de observar con mucho detenimiento a la sangha: al maestro, a su séquito de monásticos y a sus discípulos más cercanos, fuera de cámara, en situaciones informales y, especialmente, en momentos inesperados. Mi estancia coincidió con la visita de Su Santidad Gongma Trichen, durante un evento de varios días que reunió a más de 500 personas. Se dieron todo tipo de situaciones desafiantes, y las respuestas del ven. Khenpo Rinchen y sus discípulos fueron, sin excepción, impecables. Esta experiencia fortaleció profundamente mi fe en él.

•  Fe en mi capacidad de implementar el Dharma y lograr una transformación genuina. Este último es uno de los ingredientes fundamentales. Cuando el ven. Khenpo Rinchen enseña sobre el tema de la fe suele resaltar la íntima relación entre creer y querer. Es decir, en la medida en la que uno cree que puede hacer algo, en esa medida ese creer nos lleva a querer invertir nuestro tiempo, energía y recursos en lograrlo. Por este motivo es tan importante tener un sistema de creencias que esté alineado con la realidad. Si uno cree que puede ganar a la banca en el casino de samsara, es muy probable que eso sea lo que uno quiera hacer con su vida… Por eso, una parte crucial del proceso de desarrollo espiritual es armonizar nuestras creencias con la realidad a través del Dharma.

¿Y la renuncia?

En el budismo, cuando nos enseñan sobre la renuncia, nos indican que es un estado que tiene dos aspectos: por un lado, interés en el Dharma y, por el otro, desinterés por la oferta samsárica. Así pues, aunque haya esa disposición hacia el Dharma, si uno todavía sigue creyendo que puede ser exitoso en samsara, no va a ser posible tener el suficiente nivel de renuncia. 

Y volviendo a la analogía del inicio de este artículo, la marea de samsara siguió socavando, poco a poco, todos mis proyectos de éxito mundano: primero cuando seguí los objetivos de mi clan familiar siendo un científico en Japón, luego siguiendo ferozmente a mi corazón siendo profesor de tango en la maravillosa ciudad de Buenos Aires… hasta que se hizo más evidente que, por más esfuerzos que uno invierta, en el casino de samsara la banca siempre gana.

Por ello ―como decía al principio―, siento que fue una decisión que se fue tomando por sí misma durante mucho tiempo en el que me fui desinteresando de los proyectos mundanos al ir haciéndome más y más consciente de su sinsentido. Y, por otro lado, mi interés por el Dharma iba tomando más fuerza al ver que cuanto más me alineaba con la realidad a través de las enseñanzas y la práctica, el bienestar iba aumentando.
 

2. Dudas

Como comentaba, el proceso que culminó con mi ordenación fue muy gradual. Diría que es algo similar a lo que sucede cuando una persona se enamora, eso no se decide, simplemente en algún momento se ha enamorado… lo que no significa que el enamoramiento surja de la nada, es obvio que hay causas que lo producen. 

¿Qué te ayudó en el camino a la ordenación?

A mí me ayudó mucho empezar a vivir la vida cada vez más desde la perspectiva de las Cuatro Nobles Verdades, observar, vivenciar y luego empezar a llamar a las cosas por su nombre. Atreverme a cuestionar primero, y después redefinir lo que es felicidad y lo que es sufrimiento, y lo que son las causas que llevan a una y a otro. Y eso es un camino solo de ida… porque cuando uno empieza a ver, no puede ignorar lo que ha visto… Y esa es la marea silenciosa que va destruyendo la costa rocosa a la que hacía referencia al principio.

Para ti, ¿había otras alternativas?

Indefectiblemente, se va a producir el derrumbe… El hundimiento es comprender, con un nivel de confianza suficiente, que ―como dice el ven. Khenpo Rinchen― no hay plan B; y como propone Yetsun Drakpa Gyaltsen: “Es inútil hacer nada que no sea espiritual”.

Desde esta perspectiva, nunca hubo dudas… Había desafíos, pero estaba claro que el camino espiritual era EL camino, era MI camino. Solo restaba optimizarlo para mi situación, de acuerdo con mis aspiraciones.

Estaba claro qué era lo que tenía que hacer, y es más, dentro de mí sabía que, de alguna manera, iba a poder hacerlo. Recordaba la frase atribuída a Aníbal Barca arengando a sus soldados: “Encontraremos un camino, y si no, lo crearemos”. Y aquí es donde es fundamental la fe en el maestro: esto fue lo que hizo todo posible para mí.


 

3. Preparación

¿Algunas pistas sobre cómo organizarse mejor?

Como decía, en mi caso el proceso fue largo y empezó mucho antes de que ni siquiera pudiera pensar en la posibilidad de una vida como monástico.

Si tuviera que resumir, diría que lo que más me ha ayudado es:

Vivir la vida con la mayor conciencia posible, a través de la perspectiva del Dharma. Me refiero a comenzar a llamar a las cosas por su nombre… a darme cuenta de que lo que siempre había llamado “felicidad”, en realidad eran meros picos de estimulación… fugaces, inestables y totalmente dependientes de factores externos. A su vez, también considerar la gran cantidad de efectos secundarios no deseados asociados con esos picos de estimulación

Descubrir que el genuino bienestar tiene más que ver con un estar “libre de” (patrones conductuales tóxicos, emociones aflictivas, egocentrismo, falso yo) que con poseer, conquistar, etc.

Creer que es posible una existencia muchísimo más satisfactoria que esta, y que ya no tenía que conformarme con ella, que podía aspirar a mucho más de lo que podía imaginar

Un curso que me ayudó enormemente a consolidar todas estas ideas sobre las que venía reflexionando fue El Sendero Noble en el que el ven. Khenpo Rinchen nos enseña sobre las Cuatro Nobles Verdades. Cuando uno realmente escucha esta enseñanza no hay manera de ignorarla, y eso, de forma inevitable, inicia un efecto dominó que, sí o sí, nos lleva a cambios profundos. 
 

4. Miedos

¿Qué miedos tuviste como laico o tienes como monástico y cómo los gestionas?

Mis miedos principales ahora, como monástico, son:

• No aprovechar bien esta oportunidad de desarrollo espiritual consciente.

• No preocuparme lo necesario de mi proyecto espiritual, no tener el nivel de interés, determinación, fervor… adecuados.

• No tener la suficiente fe, actitud, valentía… 

• No comprender bien lo que está en juego, para mí y para todos los demás. 

• No detectar a tiempo mi autosabotaje y autoengaño como para poder sostener un buen nivel de avance en mi camino y evitar desvíos. 

Respecto a cómo gestionar estos miedos me viene a la mente una analogía que nos dio el ven. Khenpo Rinchen. Nos están enseñando cómo pilotar un enorme avión de pasajeros. Estamos muy atentos, escuchando cuidadosamente… con sumo respeto por cada instrumento, cada reloj, cada palanca. La vida de muchas personas y la nuestra depende de comprender qué botón tocar y cuál no, qué palanca mover y en qué medida, y cuál no. Ver todo, escuchar todo y dar todo de uno mismo en cada segundo… ¡Vivir plenamente la vida!


 

5. Laico comprometido vs. monje ordenado

Conozco a muchos practicantes, laicos y monásticos, que admiro muchísimo. Obviamente, empezando con Su Santidad el Dálai Lama monje y Su Santidad Gongma Trichen laico, pero también conozco a personas “comunes” que son maravillosos practicantes. 

¿No trabajamos lo mismo con los votos laicos?

Creo que la clave está en que como nos enseña nuestro querido maestro, dado que nada tiene su propia naturaleza, entonces todo tiene el potencial de ser upaya ―un medio hábil. Es decir, que si nos relacionamos con las cosas de una manera ventajosa para nuestro desarrollo espiritual, entonces podemos convertir cualquier cosa en upaya. Por tanto, ordenarse o no ordenarse, por sí mismo, no significa nada. 

Cada voto tiene un extenso espectro de grises. Por ejemplo, en el caso de no mentir, hay toda una gama de acciones que pueden constituir una mentira sin que se diga una sola palabra, como un silencio o un mero gesto facial que haga creer a una persona algo que no es cierto. Por este motivo, a medida que el practicante va madurando, va aumentando la sutileza con la que trabaja en el voto. De hecho, hay montones de ejemplos de practicantes laicos que observan y protegen sus votos con mucho más esmero que muchos monásticos y, por lo tanto, obtienen mucho más beneficio. 

Además, se dice que el camino laico, técnicamente, da más potencial de crecimiento ya que en la vida laica hay más con qué trabajar. Y, al igual que los laicos, un monástico puede caer con facilidad en la autocomplacencia y estancarse. 

¿Por qué tomar los votos monásticos entonces?

Yo llegué a un punto en mi vida en el que quería comprometerme totalmente a sostener y difundir el Dharma. Y me di cuenta de que, para poder hacerlo, necesitaba una estructura de votos y una disciplina más exigente en mi vida. También me parecía fundamental la vida en comunidad para poder trabajar efectivamente con los votos y así potenciar mi desarrollo espiritual.
 

6. La sangha

¿Qué rol cumple la comunidad de practicantes en tu desarrollo?

El ven. Khenpo Rinchen suele mencionar que uno de sus maestros decía que “si no estás meditando 24 horas al día, entonces no estás meditando”. Entiendo que se refiere a meditación en su definición más amplia, gom en tibetano familiarizarse con o habituarse a un estado espiritual. Justamente, el desafío del practicante es poder extender los resultados obtenidos en la práctica sentada al resto de las actividades que no constituyen prácticas meditativas formales.

En este sentido, convivir con la comunidad es como un laboratorio con condiciones controladas donde podemos llevar a cabo experimentos en el marco de nuestro desarrollo espiritual. Una sangha comprometida en estudiar, reflexionar, meditar y convivir nos ofrece un ambiente seguro. Aunque será inevitable que surjan algunas fricciones son parte del entrenamiento, tenemos la certeza de que nadie tiene la intención de hacer daño.

El ven. Khenpo Rinchen suele utilizar la analogía de una persona que se tropieza y cae en el lodo y, al caer, nos salpica un poco de barro. Esta salpicadura es una consecuencia natural de la persona que está cayendo en el fango… y, sin duda, esa mancha no debe ser causa de enfado, sino de mucha compasión.

Tener este tipo de confianza en la sangha es justamente lo que nos permite ser más audaces y asumir más riesgo en el momento de responder ante situaciones desafiantes… y animarnos a hacer cosas que, fuera de ese ámbito, nos costarían mucho más, como por ejemplo, tomar la iniciativa y abrirnos, ser pacientes, ser generosos, ser amorosos, perdonar, pedir disculpas, etc. Esto facilita y potencia mucho nuestro desarrollo al tratarse de un ambiente muy cuidado y protegido.

Así es como, de forma muy natural y armónica, llevamos a cabo esos “miniexperimentos” que tanto nos recomienda el ven. Khenpo Rinchen. Y vamos descubriendo, a través de la experiencia, que la virtud funciona… y no solo eso, sino que también es, al mismo tiempo, fuente de otras virtudes. 

De este modo, desarrollamos un tipo de confianza, de fe, que es mucho más fuerte, ya que está basada en nuestras propias vivencias. Esto hace que cada vez estemos más predispuestos a responder de forma bondadosa no tanto porque es lo que nos enseñan nuestros maestros, sino porque hemos tenido la experiencia directa del bienestar y la armonía que se genera con una conducta ética.

Por todas estas razones, la sangha nos ofrece, a mí y a todos, una gran oportunidad para el desarrollo espiritual. 
 

7. Peregrinaje

¿Qué papel tuvo el viaje a Nepal y a la India en tu desarrollo espiritual?

El ven. Khenpo Rinchen nos enseña que el desarrollo espiritual es una transformación genuina. Y la única manera de que esta ocurra es que algo muera dentro para que algo nuevo pueda nacer. Así, cada lugar que visitamos en las tierras del Buddha tuvo un impacto profundo, ya que en cada sitio sentía que una parte de mí iba muriendo…

Y esos lugares volvían a demostrarme de forma concluyente que las fuentes de refugio a las que había estado acudiendo no eran fiables… cosas, experiencias, personas en las que me había estado refugiando eran incapaces de ofrecerme seguridad y bienestar sostenibles… Y ese darme cuenta de forma tan inequívoca implicaba la inevitable necesidad de soltar… como un refugiado que deja todo atrás, en su tierra de origen, para ir en busca de una vida mejor, un refugio verdadero. 

Cada rincón en este viaje, a la vez, era la viva expresión del refugio genuino: el ser perfecto, los estados espirituales perfectos y los amigos espirituales perfectos, la Triple Joya. Como dice nuestro querido maestro, “pase lo que pase, la compasión siempre va a ser confiable; un ser iluminado, sin importar la situación, nunca nos va a traicionar”. Mi faro, mi brújula, mi estrella del norte… 

El peregrinaje fue una manera literal de “ir a por refugio” y, de ese modo como dice El Noble Sutra que Conmemora a las Tres Joyas, poner fin al «deambular» (por el samsara). Un refugiado que llega a destino ya no tiene necesidad de seguir buscando; en ese espacio seguro construye su hogar para crecer y florecer.

El conmoverme ante la viveza de los objetos de refugio en los lugares donde sucedieron los grandes acontecimientos de la vida del Buddha Shakyamuni, el reconocerlos, valorarlos, homenajearlos… me fue llevando a descubrir que el hecho de poder identificar el refugio fuera de mí implicaba la existencia de un refugio en mi interior. Contemplar los objetos de refugio externos evidencia mi potencial ilimitado, mi primera pureza, mi buddha interno que «mora siempre en el loto de mi corazón», como dice la Oración de Ofrendas de Topa Gyatsoma.

Y así fue como los diferentes pedazos del personaje de mi vida como laico se fueron marchitando y cayendo a lo largo de cada uno de esos sitios de peregrinaje… como soldados caídos cuyo sepulcro sin identificación es el campo mismo de batalla… Desperdigados por India y Nepal quedaron los pedazos de Alejandro… y sus últimos fragmentos, incluyendo su pelo y su último tango… se quedaron en Bodhgaya.

 


 

Reflexión

Te invito a considerar algunas de las preguntas clave que me han ayudado durante todo “el peregrinaje” hasta tomar los votos monásticos budistas

¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Qué es lo que propulsa todo lo que hacemos?

¿Qué es la felicidad y cuáles son las causas que la producen?

¿En qué tienes fe, confianza como fuente de felicidad en tu vida? ¿Con qué nivel de seguridad y estabilidad te la pueden proporcionar?

¿Cuáles son tus fuentes de refugio? ¿A qué o a quién recurres cuando necesitas ayuda? ¿Cuán confiables son esas fuentes para darte con precisión el tipo de ayuda que necesitas?

¿Crees que te estás conformando en tu vida? ¿Crees que podrías acceder a un mayor nivel de bienestar?

¿Cuánto tiempo, esfuerzo y energía estás invirtiendo en una transformación que te lleve a un mayor nivel de felicidad?

¿Cómo puedes reconocer si una enseñanza, un maestro pueden conducirte efectivamente a un mayor nivel de felicidad que sea sostenible en el tiempo?

¿Puedes reconocer en tu vida cosas que se presentan como felicidad, pero que, en realidad, son sufrimiento?

¿Puedes reconocer en tu vida cosas que en un principio parecen sufrimiento, pero que, en realidad, son causas de posterior felicidad?

 


 

Picture of Ven. Ngawang Monlam

Ven. Ngawang Monlam

El ven. Ngawang Monlam es monje residente en el Centro Budista Sakya, donde guía meditaciones, modera grupos de estudios y desempeña diferentes actividades y proyectos apoyando el floreciente crecimiento de Paramita.

Un comentario

  1. Muchísimas gracias venerable Monlam, me identifico con casi todas tus experiencias, menos la de profesor de tango jajajajaja. Un súper mega Dharma-abrazo y gracias por compartir este artículo que, sin duda, será de eneficiar para muchísimos seres.

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